jueves, 26 de junio de 2014

Lento: un poema erótico de Ulises Paniagua

Ulises Paniagua
 
 

Lento  /  invocando la tibia complicidad de los cuerpos
/ en el orto de tu piel clareando con la mía / (expandiendo)      Muy lento 
/ en la armonía que recibe la húmeda frontera de dos universos   
/ en el jadeo que despierta mi rugido de tigrillo   / Muy muy lento    / elevándonos
en un estrecho nadir  /  arrasando como oleaje el candor de la cama  (espejo y aroma de lo amado)  /    Allí tan lento    /    en el caracol del tiempo que nunca deja de
extenderse…
/  …habremos de estallar   / supernovas jugosas de caricias  /  al
tronche de una hoja inflamada  / en un
segundo  /  un lampo de fiereza y de ternura / en la
extensa noche de las miradas que se encuentran a pesar de la destrucción y la
furia de los muchos otros  /  Lento  /
Muy lento / Volveremos a convocar la palabra que sólo se consigue a través de
un eco de silencio.
 
 
 
 

jueves, 19 de junio de 2014

Reseña al "Nocturno imperio de los proscritos", de Ulises Paniagua, por el poeta y narrador Roberto López Moreno

Aquí comparto una reseña del poeta, narrador y maestro chiapaneco, Roberto Lopez Moreno. Es un privilegio ser reseñado por un gran escritor, como lo es él.
 
NOCTURNO IMPERIO DE LOS PROSCRITOS DE ULISES PANIAGUA
(Sediento Ediciones, 2014)

por: ROBERTO LÓPEZ MORENO
 
 

 


La felicidad tiene rostro, joviales perímetros ululantes, verbos que no hablan, que actúan para querernos decir toda la fuerza del mundo, posee una sonrisa en la que cabemos todos y que en colectivo tránsito nos abroguemos el estandarte. La felicidad llegó una vez más conmigo, desde la primera página del libro que hoy comento hasta la mesa en la que sustento esta algarabía en que me sustento. Y pregunto yo, qué mayor algaratanto puede haber que encontrarse un alma gemela en la curva del curso. Sentir que nuestros años, por medio de un elástico sistema toca las dos puntas del tempo… y del juego, porque siempre he creído, como sistema, que hay que saber jugar para descender hasta lo más hondo que nos mueve ascendidos. La alegría de la que hablo se sustenta en la absoluta coincidencia, fraternidad ya, entre acto y lenguaje.
De pronto desciendo del convoy en el kilómetro 2014 una más de las avanzadas del trajinar y en la hoguera tal trajinar considera las palabras que sobre Nocturno Imperio de los Proscritos, Juan Carlos Castrillón ha escrito en axis de verbal justicia, pupila rotatoria: “Este nuevo poemario de Paniagua (-interrumpo a Castrillón-, el poeta en referencia se llamaba Ulises Paniagua, después de este episodio se llamará Ulises Paniagua más todos nosotros, quienes nos habremos reinaugurado en su letra- ahora regreso con Castrillón: “Este nuevo poemario de Paniagua está enriquecido de transformaciones, de contradicciones y de síntesis; de hallazgos y de honestidad; la distribución versal cambia constantemente. Se nota la pasión por experimentar, la exasperada necesidad de ludificar; las ansias libertarias del ser de carne y sangre que aún hoy se niega a robotizarse; y así, asume la entrañable condición del hombre nuevo frente a la magnificencia de las estrellas. Adelante lector, estás advertido”.
70 páginas ¡y cómo fui yo en este libro! En medio de estas tensiones eléctricas el poeta establece su presencia con una suma de tiempos que fueron rebeldía, que fueron la sorpresa revolucionaria de lo nuevo para que sigan siendo en él. Ulises Paniagua no necesitaba de mi presentación, Castrillón lo dice todo. Absolutamente todo, con sólo leer las palabras del prólogo basta. Sabio en su letra el poeta del libro y sabio en su letra el escritor que lo prologa. Pero finalmente, qué bueno que fui invitado a este acto, qué bueno, gracias Ulises que no quedé afuera de esta magnífica fiesta de la libertad, como debe llamársele.
Tracendente la cita de Paniagua desde todos los imanes en acción “sobre verde leña peras quevedianas”, advierte. Aradi Anan fincaba desde su siglo primero que la ciencia sin cultura es desperdicio y luego me encuentro tal verdad con nuevos acentos en la página 25 de Ulises: “irredento protón inseminado/ en fruto de ciencia;/ corrosiva partícula./ Primitivo elemento,/ antimateria de ciego”. Qué golpe rotundo a la conciencia cuando nos subraya: “Estállanos en retazos/ de demonio viejo;/ entre el rencoral machacante”. Ah, entonces advetimos que estamos frente a un poeta en el que el lenguaje no es lenidad sino el peso del arma que requerimos en esta hora de sombras y naguales. Así como dice él “nos volveremos libro y en medio del enceguecido ciclón que virgilea desde su centro relampaguearemos intermitentes pero profundos”.
Ulises Paniagua enriquece nuestro idioma con sus sorpresivos neologismos, pero más haría, creo yo, si éstos no estuvieran escritos en cursivas, sino que se sumaran naturalmente a nuestro pleno decir, sin advertencia tipográficas, estamos queridísimo poeta, estás, en el ábrara de las escrituras. Tú eres el mago. Tú el obrero. El hacedor. Sin las cursivas virgilémonos plenamente. Me comprometo, humilde, a utilizar tus neologismos en mis poemas como “palabra de uso” y que después la cotidianidad continúe haciendo su trabajo.
Hablo de Ulises, hoy, como de uno de los poetas de la libertad que escriben en mi ciudad, en mi país. Como uno más de los libertarios que escriben en el mundo. Sus verbos han estado hablando por él en ese tono y lo seguirán haciendo. Hablo de ese Ulises que conspira en mi país haciendo estallar la letra con la fuerza que merecen los lepradores o los que nos tratan de arrebatar la tinta con sus “buenas formas”, y después, con sus “malas formas, sin pudores ni en el ágora ni en el aula”; pero después, cuando ni forma tengan habrán de sentir el espolón del estilo veraz sobre las vesanias.
La palabra es conducto de libertad y Ulises termina convirtiéndola en mayor libertad para que más libertad sea, la verdadera libertad empalabrada. Quiero traer aquí a un poeta del que ya muy pocos se acuerdan, se llamó Jesús Arellano y fue muy amigo de la gente decente. Ya había pasado el tiempo de los “Estridentistas” que muchas inquietudes había sembrado en las generaciones que se encontraban entonces en ebullición, aunque los bienpagados sigan diciendo que no; ya los teóricos universales habían determinado que las Vanguardias habían clausurado su muestrario de sorpresas y libertezas; que en los años veinte, unos, que en los treinta los más dadivosos. Pero la Vanguardia quieran o no, con los “Etridentistas” primero y después con muchos otros que insisten en hacer estallar el artefacto, sigue aquí, está aquí entre nosotros, construyéndose y deconstruyendo para seguir golpeando donde hay que golpear.
Las Vanguardias ya habían desaparecido por decreto, cuando una buena gama de poetas siguieron sembrando sus cartuchos de dinamita. Fue cuando Armando Duvalier quien en este 2014 también cumple 100 años de bien nacido, vio a los políticos sin necesidad de señalarlos como dinosaurios alquimistas, tratando de distraerse con la niña y su hipotenusa. Fue cuando Jesús Arellano el poeta de quien les hablo solicitó verbásico: “Mariposa demócrata, marimbarisa fósforo en los hombres a lo mejor a algún político se le ensocialistea la ignorancia coloratriz”. Es el mismo Arellano que aya en otra parte: “Que un día ya se igualescan las conciencias y vivan junto de las gotas del rocío y debajo del árbol cuyo pajarerío raicé para siempre la justicia, con la tan vieja esperanza de una patria, asesinos de la inocencia vida de perro del poema”.
Desde el nocturno imperio de los proscritos se alza Ulises Paniagua y le da la mano al camaradazon Arellano y su tema lógica jesusista. “Dentro de mí, el Caos despunta / vuelven las hidras demandantes a destrozar la convulsa fragilidad de la imagen”. Yo lo leo y lo releo y en cada línea me sigo encontrando multiplicado; conozco a uno de sus fraternos mayores Saúl Ibargoyen, y casi estoy seguro que él también se ha de encontrar seguido a cada vuelta de la esquina del verbo dentro de las estructuras que Ulises ha levantado.
Acerca de las palabras, “Chillen putas” propuso la derecha en algún momento; pero es a los demás a quien nos pertenece mayormente tal propuesta; sobre todo cuando las palabras evocadas han servido para sentar estadíos cuando las palabras se han hecho estado que hay que remover, sacudir, demoler, hasta sus tercos cimientos. Sí, “chillen putas”, las de la ley torcida y la injusticia sonora. Hay que remover; hay que esgrimir el pico y la pala de la palabra y estar listo para las nuevas construcciones.
Desde esa perspectiva el libro de Ulises Paniagua ya no es de él, nos pertenece a todos como instrumento necesario para que aprendamos a construir teas. Si las Vanguardias fueron clausuradas en los años treintas por los especialistas, yo hago mi Vanguardia con su libro y me preparo para el asalto al cielo. 










 

jueves, 12 de junio de 2014

Ese lugar existe, fragmento de una novela de Ulises Paniagua

Hola, comparto aquí el inicio de mi próxima novela, "Ese lugar existe". Espero lo disfruten:

 
Ese lugar existe  (inicio de novela)
 
Ulises ¨Paniagua
 




En Luxindra, la claridad se desborda de tal modo que aun asomando a través de la cerradura una llega a pensar en quedarse ciega. El cielo parece blanco, las paredes son brillantes, y el bosque nevado allá afuera infunde la sensación de una pureza indescifrable. Esta fortaleza es del color de la nieve. El océano también. Diría, incluso, que el sol es de una albura incandescente.

            En cambio, el tigre que ronda, sigiloso y cercano, parece tener intenciones oscuras y carniceras. Es un animal torvo; es lo único que me remite a lo negro. Él y el umbral del sótano.

            Hace tiempo vivo aquí. He olvidado mi nombre. No recuerdo si decidí retirarme, o este encierro se debe a la privación de mi libertad por motivos represivos o de algún terrible secuestro. Indago en el misterio de la libertad: ser libre es aparentar hacer lo que quieres. O hacer lo que quieres, da igual. Quiero decir, si no recuerdas por qué eres libre en un lugar donde reina el hielo, todo es cosa de apariencia. No hay a dónde ir sin riesgo de morir en el camino. No hay con quien hablar.

            Hoy amaneció más radiante que de costumbre, y tengo que colocar mi mano sobre los ojos -a manera de visera- para evitar que la luminosidad se vuelva intolerable. Sólo así, entre una vista incierta, puedo contemplar el horizonte: no hay nada ni nadie alrededor. Quizás, de vez en vez algún animalillo (una liebre, una comadreja) quiebra una rama, rasca en su madriguera y se oculta. Luego sobreviene el silencio absoluto, interrumpido apenas por ráfagas de viento. Por cierto, el viento también es helado. Entre el viento y los rayos del sol que se reflejan sobre el hielo de la terraza donde coloco la silla para contemplar el horizonte) me tienen el rostro requemado. No moreno, sino enrojecido, ¿me explico?

            El tigre anduvo cerca anoche. Escuché sus pasos por el acceso norte. No me asusté. Debajo de la cama guardo una escopeta que podría partirlo en dos. No sé dónde aprendí a disparar, pero sé hacerlo. Es mejor que el animal no se acerque, porque no tengo intenciones de dañarlo. Prefiero la armonía entre las fuerzas naturales y cósmicas; aunque a veces la paciencia se agota: sus resoplidos son molestos y estruendosos más allá de la medianoche.

            Luxindra es un lugar particular, pero respeta los niveles del universo, sin duda. No hay nada que vaya más allá de los niveles del universo. Luxindra no podría ser la excepción. El tigre, en todo caso, está a salvo, siempre y cuando no se meta conmigo.

 



 
 
………………………………………………………………………………………………….
 
Escribo desde las sombras porque sólo desde la oscuridad puedo comprender la médula de lo espiritual, el abismo que trasciende. Mis aliadas son siete velas discretas y una ventana que he preferido sellar con una cortina. No estoy solo, porque en la habitación hay una araña que a diario teje su tela en uno de los rincones del techo. Aquí todo parece negro: la madera del piso, la mesa, el marco de la ventana. Hasta Lustro, mi perro, se mira negro entre poca luz. No sé por qué decidí ponerle ese nombre: Lustro. Supongo que se lo debe a mi ansiedad ante el paso irremediable del tiempo, y por lo tanto, a mi fijación por la muerte. Admiro mucho a la muerte, eso es claro, me parece una eventualidad precisa, irreprochable en su silencio. Un día la muerte sale de un callejón, te saluda como quien no quiere la cosa y ya estás tieso, tu corazón y tu cerebro han dejado de funcionar. La muerte posee el encanto de un poema leído sobre el muelle de un puerto: es hermosa aunque melancólica, y te subyuga aun cuando te das cuenta de que el sol se ha escondido, y al puerto lo cubre la más absoluta de las oscuridades, apenas interrumpida por la inocencia de las luciérnagas. La muerte es un profundo eco en el movimiento del universo, una piedra que permanece cayendo hacia el oleaje del espacio-tiempo. La muerte es hermosa por su persistencia.