miércoles, 30 de marzo de 2016

Un poema de William Johnston


cuando el destino sea hígado etrusco
evaporando sin causa cada una de las piedras.

y la amatista conjure la aurora.

y la aurora separe carne sin nieve de la penumbra manuscrita
de los cuartos en los cuales hiciste el amor similar a esa fuga

entonces entenderás por qué la curva
sin sorpresas de las líneas de tu mano.


Del libro "Leve sombra" (Ediciones de Hermes Criollo)

miércoles, 23 de marzo de 2016

Dos poemas de William Johnston





Hacia Mérida

William Johnston


El calor como un dragón con sus mil colas y veinte mil fauces abiertas nos rodeaba
igual que a las promesas nunca cumplidas.
Benjamín similar a un adolescente dios apenas coronado
iba ami lado contándome como el río Lerma hacía fluir sus sueños.
El auto hacia Mérida con la misma velocidad aparente
de las constelaciones mayas y la fuga siempre esquiva de los peces
y mi otra vida siendo amordazada por el rosal silvestre de mi madre
y mi muerte siendo amordazada por la nada
y la nada siendo amordazada por este presente ya encontrado
en el fondo de ese mar donde sólo es memoria que nada nombra y todo abarca.




Vida Ejemplar

William Johnston


La última persona que lo vio salir
fue a la hora en que los trenes pasaban
con esa apariencia de espejos sin azogue.
Nadie supo decir dónde había transcurrido su adolescencia,
ni que circunstancias lo obligaron a casarse con una mujer madura.
A lo largo de los años,
unos rencores cuyos motivos se fueron perdiendo entre las fotos familiares,
acortaron los diálogos con su esposa.
Siempre se levantaba con una fatiga inventada por el día de ayer,
por la ausencia de amor en la vieja cama,
por las ceremonias impuestas por el horario de oficina,
mientras la rutina era la amante solícita.
Volvió a presentir el miedo en el olor rancio en la almohada
-desde la noche de bodas se había preguntado
si ese era el olor de los cuerpos cuando envejecen-.
Al amanecer se lo encontró flotando boca abajo en el río
mientras la luz se deslizaba desde su transparencia corrompida.




Del libro: Fragmentos dispersos (Ediciones del pez volador)






Presencia de los beat en México, por: Ulises Paniagua

Presencia de los beat en México

Ulises Paniagua



Los escritores de la generación beat[1] representan una profunda influencia en el imaginario de la colonia Roma. Aunque en su estancia en México no tuvieron oportunidad de convivir con la intelectualidad mexicana, y prácticamente pasaron desapercibidos para los escritores encumbrados de nuestro país, que sólo los veían como simples vagos o drogadictos, al paso del tiempo y con la fama en pleno ascenso, los ojos se volvieron hacia la Roma, esa colonia clandestina, junkie, donde vivieron algunos de estos autores, figuras de los movimientos contraculturales de la segunda mitad del siglo XX.
           Pero vayamos al origen de este grupo. Lo beat viene de “Beatniks”. La adjetivación de “Beatniks” surgió del propio Kerouac para calificar una constelación de escritores que nunca escribieron un manifiesto, ni buscaron directamente imponerse como un grupo que representaría una tendencia literaria o menos que pretendía hacer escuela. El calificativo se refirió a su peculiar sentido de una vida desenfrenada. El calificativo de “Beatniks” o “Beats” tuvo una fuerte resonancia en el medio cultural, aunque no fue decisivo para los mismos miembros del grupo, que se despreocupaban bastante de este apelativo (Hiernaux, 2007:34)
           Uno de estos escritores “beatniks” fue el narrador William S. Burroughs, autor de novelas clásicas de la literatura universal, como The Naked Lunch (El almuerzo desnudo, 1959), Junkie (Drogadicto, 1953, publicada bajo el seudónimo de William Lee), y Queer (Marica, escrita entre 1951 y 1953, aunque publicada hasta 1985). El imaginario de Burroughs en México, y particularmente en la Roma es fuerte, sobre todo por los trágicos sucesos ocurridos en la calle de Monterrey que a continuación se describirán, aunque, como lo afirma Jorge García Robles, estudioso mexicano de la generación beat en México, para William Burroughs México no era más que un punto más en el mapa. En términos geográficos, México no fue más que una localización entre muchas que recorrerá a lo largo de su vida, de Nueva York a Tánger, antes de terminar su vida en su rancho de Lawrence, Kansas (García Robles, 1995).
           En su estancia en la ciudad de México, Burroughs no demostró mucho interés ni siquiera para conocer mejor los barrios donde vivió, a pesar de la vida cultural y social significativa que en ellos se presentaba a fines de los cuarenta e inicio de los cincuentas, cuando el primer presidente civil de México, Miguel Alemán, rompió en buena medida concierta tradición populista originada en los ideales revolucionarios, para hacer alianza con una burguesía que no pedía más que asociarse a la posibilidad de desarrollo que vislumbraba después de la Segunda Guerra Mundial. Dicha burguesía ya no era revolucionaria, pero sí fuertemente prendida de su vida social, que se evidenciaba en las colonias como la Roma, la Condesa o la nueva Zona Rosa, santuario de los bares, restaurantes de moda y demás lugares de reunión de esta clase “chic”. William Burroughs no frecuentó este mundo exquisito, vivió totalmente al margen del mismo. Tampoco lo hará Jack Kerouac quien, atraído por las cartas animosas de Burroughs, decidió emprender su primer viaje a México a principios de los cincuenta (Hiernaux, 2007:36-37).
           Lo interesante, sin embargo, es que aunque Burroughs declara en entrevistas que México no fue relevante en su vida (algunos aseguran que se fue renegando de este país), hay que considerar el imaginario de la Roma que influyó en sus novelas. Queer y Junkie fueron escritas durante su residencia en México, y ello guarda una profunda congruencia con la estancia de un extranjero en esta colonia en aquellos años. En la Roma, entre vecindades y casonas semiabandonadas, se conseguían prostitutas, así como drogas suaves o duras que se podían consumir en parques oscuros y solitarios como lo era la Plaza Luis Cabrera. Además, el carácter clandestino del lugar era muy atractivo para ejercicio de la diversidad sexual. Los extranjeros llegaban allí en busca de aventuras de todo tipo, a la manera en que lo hacen hoy en día los spring breakers, sólo que de manera más desbordada, extrema.
Otro miembro de este grupo fue el novelista Jack Kerouac, que mencionamos antes, cuya novela On the Road (En el camino, escrita en 1951 y publicada en 1957), se convirtió en un manifiesto “hippie”, al apologizar la vida libre, el “aventón”, el recorrido al azar en las autopistas y carreteras norteamericanas. Kerouac, también conocido como "King of the Beats", escribió el En el camino como una crónica que relata los viajes que él y sus amigos hicieron por los Estados Unidos y México entre 1947 y 1950.
Keoruac también escribió poemas clásicos dentro del mundo contracultural, como lo es el México City Blues (El blues de la Ciudad de México), que inició y finalizó justo en su residencia en la colonia Roma, en México, en el año de 1959. También escribió por aquellos años su novela Tristessa, traducida en México por Jorge García Robles, especialista en el tema, cuya protagonista es un chica de rasgos indígenas, de mirada triste (de allí el nombre de la novela) a la que mira salir de misa cada domingo, en una iglesia de la colonia Roma. El verdadero nombre de Tristessa era Esperanza Villarrreal, y fue pareja del escritor norteamericano durante algún tiempo. Aunque no describe a la colonia de manera directa, las alusiones de Keoruac al lugar son constantes, en episodios de su novela Tristessa, y de poemas como el México City Blues, en el cual escribe:
México Camera / I”m walking down Orizaba Street / Looking everywhere. Ahead of me / I see a mansion, with wall / big lawn, Spanish interior, fancy, windows very impressive…(Kerouac, 1959: 224).[2]
Con respecto a la relación entre México y ese “Dostoievsky con jeans”, como Jorge García Robles define a este narrador estadounidense, ésta no fue marcada por una relación amor-odio, sino que Kerouac, evitó emitir juicios sobre nuestro país. El narrador beat, como ha detallado Jorge García Robles, nunca arremetió contra el salvaje incivilizado que todos los mexicanos llevan dentro, al contrario, siempre se mantuvo en una posición neutral en la que nunca hubo sentimientos de animadversión contra nuestro país. Más aún, según el análisis de Jorge García Robles, al final de las ocho visitas que Kerouac realiza a nuestro país, se quedó con una imagen compasiva y hasta liberadora de la cultura y la sociedad mexicanas (INBA, 19/05/2014).
Al autor de Mexico City Blues, que llegó a vivir en la calle de  Orizaba 210 y la Cerrada de Medellín, en la Colonia Roma, García Robles lo describe como alguien quien tenía pegado a la frente la palabra “tragedia”: un escritor que “vivía para escribir; no escribía para vivir” (INBA, 19/05/2014).
Allen Ginsberg, autor de un poema épico, Howl (Aullido), una ácida crítica al imperialismo y capitalismo “yanqui” escrita por un “yanqui”, también vivió en la calle de Orizaba, en el número 210. También tuvo su lugar de residencia en la célebre cerrada de Medellín, compartiendo habitación con Kerouac y Burroughs. Es, desde luego, uno de los pilares de la generación beat.
Para recalcar la importancia de las figuras beat en el ambiente contracultural y cultural norteamericano, cabe mencionar que Ginsberg colaboró en canciones y videos con figuras como Paul McCartney y Philip Glass. De Burroughs se rumora que colaboró en algunas letras del grupo de grounge Nirvana, y aparece improvisando poesía y música con Kurt Cobain, en videos que pueden encontrarse en la red.
Desde una lectura geográfica, los Beats no son quienes vinieron a México a echar raíces o a cambiar sus modos de vida. Sus aspiraciones, por su mismo egocentrismo, fueron mucho más modestas y delicadas a sus propias personas. No formaron comunidad en México, como apenas la formaron en ciertos sitios de Estados Unidos. Pero sí construyeron un espacio totalmente distinto, virtualmente confortado por sus indagaciones místicas y sus experiencias con las drogas, recorridas transversalmente por su imaginario particular sobre México. No podemos describir su espacio porque es el suyo y sólo el suyo. Podemos, no obstante, entender que para ellos México se volvió un espacio místico en parte, y mítico por la otra y, ciertamente, la antinomia del espacio estadounidense que detestaban pero que al mismo tiempo aprendieron a amar (Hiernaux, 2007:40).
Por otra parte, para los beats, la Ciudad de México no fue meramente el escenario de estos libros, sino que en palabras de Pablo Molinet, fue su protagonista auténtica, buscada en su lado más lóbrego: cuartos de azotea, tugurios, vecindades. La narración, los poemas, despiden el mismo halo de desolación y belleza en el que Kerouac quiso hallar una revelación trascendente (Capital 21, 14/03/2014).    
El primero en llegar a la Roma fue William Burroughs, quien a primera instancia se instaló en José Alvarado 37(hoy Cerrada de Medellín 37), un actualmente desvencijado edificio blanco frente a Plaza Insurgentes. Este autor llegó a nuestro país huyendo de la policía americana. Tiempo después, Kerouac y Neal Cassady le hicieron compañía en 1950 tras su famoso viaje por la ruta 66. Las fiestas con estos escritores eran salvajes y juntos exploraban la Colonia Roma lugar por lugar. El punto de reunión era Orizaba 210 (algunos aseguran que se trataba del número 10), ahora un edificio demolido. Kerouac, Burroughs, Cassady, Corso y Ginsberg pasaban sus días embriagándose en este espacio (Esquinca, 9/03/2016)
Poco después la tragedia dotaría de una fama oscura a este grupo literario. Burroughs afirma en la introducción de Queer: “jamás habría sido escritor sin la muerte de Joan”. El 26 de septiembre de 1951, Burroughs y su esposa, Joan Vollmer, se encontraban en la ciudad de México, bebían en un departamento en la planta superior del Bounty Bar donde solían reunirse los beat, propiedad de un estadounidense. Para ser exactos, se hallaban en el interior del edificio ubicado en la avenida Monterrey, en el número 122. Algunos aseguran que el episodio ocurrió en el número interior 8, o bien, en el número 10.
El asunto es que, en medio de una farra terrible, en que se mezclaron alcohol y algunas drogas, a Burroughs se le ocurrió proponerle a su esposa jugar a Guillermo Tell, pero usando un revólver (el escritor norteamericano siempre andaba armado en México). Vollmer aceptó, y el desenlace de la historia fue terrible, tal y como lo describe el siguiente texto:

- Escucha Joan, ¿recuerdas a Guillermo Tell?. (…) ¿Te animas? Nunca he fallado. Preguntó Burrougs.
Joan bebió de un trago el resto de tequila que tenía en el vaso y se paró como lo hacen los jardineros cuando esperan que el pitcher dispare la bola al bateador. Williams le arrojó la manzana, ella la recepcionó con habilidad. Él tomó el Colt y tiró el percutor. Joan se colocó a unos cinco metros de Williams, con la fruta posada sobre su cabeza. Un haz de luz que se filtraba a través de la cortina, pegaba sobre ella y la volvía dorada.
- Vamos hazlo, dispara - Dijo Joan y se quedó petrificada, para que no se le cayera la manzana.
El disparo lo dejó sordo y confundido unos segundos, cuando abrió los ojos, Joan estaba allí tendida en el piso. La sangre, que fluía a chorros a la altura del cuello, fue haciendo un charco alrededor del cadáver (Filinich, 26/11/2012).
Burroughs pasó 13 días en la cárcel antes de que su hermano llegara a la ciudad de México y sobornara a los abogados y funcionarios mexicanos para liberarlo bajo fianza, mientras esperaba el juicio por el asesinato, caratulado homicidio culposo. La hija de Vollmer, Julie Adams, se fue a vivir con su abuela, y William S. Burroughs, Jr. fue a San Luis a vivir con sus abuelos. Burroughs se reportaba todos los lunes por la mañana en la cárcel de la ciudad de México, mientras que su abogado mexicano trabajaba para que fuese declarado inocente.
Según contó James Grauerholz años más tarde, dos testigos habían accedido a testificar que el arma se había disparado accidentalmente mientras la estaba revisando para ver si estaba cargada, y los expertos en balística fueron sobornados para apoyar esta historia. Pero no todo resultó tan rápido y sencillo, el juicio se retrasó de forma continua y Burroughs en medio de los habituales viajes de peyote o heroína, empezó a escribir lo que eventualmente se convertiría en la novela corta Queer (Marica), a la espera de su juicio. Después de un año en la misma situación, su abogado huyó de México con destino desconocido, debido a sus propios problemas con la ley, Burroughs entonces, decidió regresar a los Estados Unidos. Fue condenado en ausencia por homicidio y sentenciado a dos años de prisión, sentencia que fue suspendida. Antes de morir Vollmer, Burroughs había completado en gran medida sus dos primeras novelas en México, aunque Marica no se publicó hasta 1985. Yonqui fue escrito a instancias de Allen Ginsberg, que fue determinante para que el trabajo fuera publicado, incluso como un libro de bolsillo para el mercado masivo. Ace Books publicó la novela en 1953 bajo el seudónimo de William Lee, con el título de Junkie: Confessions of an Unredeemed Drug Addict. (Filinich, 26/11/2012).
En fin, que la presencia de los beat en México es apasionante, pero también guarda una oscura leyenda, que la integra a los imaginarios malignos de la colonia Roma. Un imaginario clandestino, lleno de vecindades, lugares solitarios, prostitutas, homosexuales, drogas y asesinato. Un imaginario de novela negra que convierte a la colonia en un lugar único e irrepetible en la experiencia urbana de la capital.



[1] Se considera generación beat a un grupo de escritores que aparecen en el panorama cultural norteamericano de los años cincuentas y sesentas del siglo XX. Eran amantes del jazz, les gustaba experimentar las drogas suaves y las duras, y también la libertad. Sus experiencias fueron plasmadas en múltiples poemas y novelas, donde también ejercieron una dura crítica al capitalismo norteamericano y a las políticas de guerra e invasión del gobierno estadounidense. Son los precursores del movimiento “hippie” y del movimiento “hípster”. Algunos autores sospechan que los “beatles” adoptaron este nombre en homenaje al movimiento beat, encabezado por William S. Burroughs, Allen Ginsberg y Jack Kerouac. Beat puede traducirse como golpetear algo, llevar el golpeteo de un ritmo.
[2] Cámara en mano en México / Camino acera abajo por la calle de Orizaba / Mirando hacia todos lados. Frente a mí / veo una mansión con un muro / pasto crecido, interior español, elegante, con ventanas impresionantes…(Traducción libre de Ulises Paniagua).