Comparto aquí algunos fragmentos de un poema de mi autoría. Espero guste:
NOCTURNO IMPERIO DE LOS PROSCRITOS
(Fragmentos)
Ulises Paniagua
Ilustración: Luis Alanís Téllez
I
Sobre verde leña de piras quevedianas;
entre
incendiarios laberintos
de
disonancias y rabia;
vistiendo
interminables san benitos;
cautivos bajo el peso
de un golem globalizado
tan inútil como el
polvo;
ellos,
los anónimos
numerosos
infatigables,
los que graban esperanzas en frágiles
papiros,
los que sangran desde su dolorido estilete
y
rasgan el duro arpegio del desencanto;
ellos,
los que digo,
pacientes y azarosos,
agazapados y
pacientes,
ellos
esperan.
II
Escurrían
lágrimas desde sus sucios corazones;
pero
la palabra no nacía.
Amordazados
y castrados;
locos;
los poetas
eran
/ son
perros
mugrosos y hambrientos.
Malditos
por no lograr parir palabras.
Dos
mil veces malditos.
Su
condena:
reptarán por los muros
arañando sueños;
aguardarán como refrigerador
de casa vacía;
lamerán la sangre propia;
hilvanarán angustia en
noches de desvelo
Como
perros rabiosos, puercos, malvenidos,
los
poetas, largos y mudos,
escucharán
la tierra derrumbarse alrededor de ellos.
Sólo
entonces llorarán su cobardía.
III
Nocturno imperio de
lo proscrito,
de aqueste umbral
impronunciable,
de las filosas esquinas
que callejonan silencio.
Mortal desplome a
contracorriente.
Oscuro viaje que
desemboca
en la derrota suicida,
sorbo de sangre marchita;
cuota en trapecio de
amor clandestino;
espalda férrea que se
chinga a los impuestos;
tenaz salmón
brincoteando ante necia
muchedumbre.
Infatigable derrumbe
en ascenso.
Poética sin gloria ni
concurso
ni filosofía ni rosas
o espadas.
Poética aprehensiva
que en desasosiego
se hunde;
palestina diáspora
sin pretensión y sin destino;
mancha efímera en la
camisa del tiempo,
mortal exhibición de
trazos; bravo puerto
donde descargan notas
kamikazes;
responso de ebrios.
Ambiguo sendero que
descalza a la muerte
entre claroscuros
cuerpos
con jugoso ímpetu de
cama:
ingle tatuada / muslo
rebelde
beso en clímax / ansia
de delicia:
Reino de pecado,
Culo de mundo,
Amor puerco:
Temida / bendita tranSgresión,
Ruge, maldito, ruge
entre tinieblas.
A nosotros ven,
nocturno imperio que
tanta falta haces
entre el odiaje,
la rabiazón y lo cotidiano:
Ven
Inmediato
Osado
Gozado
Salvaje
Ineludible
Fantástico ingrediente
que a corsario sello despiertas
el
bucanero deseo de amarga
cerveza,
oculto bajo nombres promulgantes de utopías,
maldiciendo entre blasones
y tibias en cruz.
Alarido en mar,
velamen de desesperanza,
leviatán al impacto:
Hunde
Ahóganos
Destroza
Arrástranos a fondo
Vuélvenos sal y
espuma y putrefacción y pólvora y arena y odio.
Irredento protón
inseminado
en el fruto de la
ciencia;
corrosiva partícula,
primitivo elemento,
antimateria de ciegos:
Descífranos entre moléculas
de desencanto,
entre lejanas fórmulas
de insurgencia:
Estállanos en retazos
de demonio viejo;
entre el rencoral infinito,
implacable, que se
machaca
desde un cuántico
gramo de dicha
hasta el enorme carajólido del planeta;
desde la mínima
presencia
hasta las fauces redentoras
de esta bestia
estridente,
asesina,
pero
en esencia pura
como la carne de un
río.
VII
cruzan los ventanales huérfanos, los muros
cicatrizados;
un oscuro asilo de ratas que rubrica, impúdico, una
esquina.
Sobre una acera en sombras sus pasos se
desvanecen,
sus cabellos medusan recortando la
noche,
fornicándola por su
filo;
y a cada ósculo impuro
de las suelas gastadas de sus
zapatos,
los labios de hormigón se
humedecen,
anhelantes de caricia de letras,
de esdrújulas y graves
nominaciones.
Arcángeles cocainómanos vigilan las
azoteas
y sus rancias jaulas que amparan tendederos
rebeldes.
La vida se agita, desesperada, como las sábanas
raídas
que blasonan un horizonte eterno de cornisas
y ciegas
catedrales.
La luna
calla;
se desparrama sobre una poeta de labios carnosos
-que asomando palidez a través de un ventanal
-
musita versos donde querubines
estáticos
comprueban su existencia
soplando
saxofones
de notas tristes
y lánguidas trompetas
de advenimiento.
La carne de los noctámbulos se vuelve piel de
luna;
también sus corazones apretados
en discretos camiones de
medianoche;
también su llanto
improvisado.
Y cual ligera
llovizna,
apenas un roce en
sordina,
el fresco de la madrugada invade -como el dolor
profundo
de las roncas notas de un Miles Davis en
extravío;
como la esperanza desencantada del
Réquiem
de un Mozart apesadumbrado por las
visitaciones-
las páginas desnudas que dibujan síncopas
repetitivas;
codas melancólicas, profundas, púrpuras
oscuras,
que llenan la luna de las
uñas,
las carnes, las pupilas, las largas
sombras;
los lápices para bocas moradas por el frío,
las medias rotas, los neglillés de batallas
lejanas;
los cigarrillos sin filtro, las gabardinas
desgarradas,
los tragos de cerveza,
los pasos
y pasos, y pasos
eternos
de las mujeres y hombres
que erigen su
silencio
entre las calles electrizadas
de una Babel
sin nombre.
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