Escribo versos luminosos
Ulises Paniagua
Cuando el
lenguaje que designa lo futuro
nada signifique,
y se haya liberado cualquier
íntimo gesto, y
al universo mis pupilas
sienta renacer
(sabiendo el poder del tiempo
que nos integra
y gasta)...
yo a ti, lector
futuro, te negaré porque agotas
la salvaje
plenitud que se me escapa.
José Ramón
Sánchez
En el cruce que conforman tres muertes,
donde se
enfrentan claridad y abismo -trapecios rumiantes de lo que se esfuma-, este
rudo minotauro persigue, necio e improbable, lo que no tiene tuétano como
blasón ni guía. Las visitaciones de esquizofrenia, los camastros del absurdo,
el discurso marginado; la suavidad, las formas que mide un cuerpo entre distancias
de estrellas; el ocio de un dios agrio; la mandrágora que pudiera reír de su
lamento;
todo;
como un perro relámpago, o un perro pestilente de relámpagos; lo dicho y lo que
se perdió en los filos del silencio; lo que se pudre dentro del amanuense trastocado, en la cornamenta de quien esto
o aquello sueña imagina o destruye;
todo
entre la sonrisa de los espíritus foscos, placidez de arábiga alquimia y descubrimiento
de demonios atávicos; todo es recibido atajado por el pararrayos que me habita,
o habita en otras voces: entre odios, los amores, angustias abiertas de los
poseídos.
Acerca de cosas
tan oscuras escribo versos luminosos, como un acto reflejo, como la rana cuyas
ancas brincotean al recibir el aguijonazo voltaico. Acerca de la noche procuro
el primer rayo del orto, entendido que una vez que sembremos bosques de luz, podremos
vislumbrar lo que ahora no nos es posible
lo
que se niega tras el fuego con insistencia
entre
el ronco trovar
de
lo que exime ignora o perturba la blancura del ser
entre
la rasposa garganta de la niebla.
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