Del
por qué no acariciar a un perro ciego
(Sobre
la reciente novela de William Johnston)
por
Ulises Paniagua
Un antiguo crimen no resuelto, un oscuro secreto de cualquier
domingo; un cuerpo sepultado en el jardín de una familia que buscaba hacer
picar a una corvina negra; Cortázar como protagonista en uno de los pasajes de
la trama; un incendio que lo devora y lo devasta todo (incluso el parsimonioso
avance de las páginas iniciales), hacia un cierre perfecto bajo un cielo
imperfecto; la persecución del fantasma de una magnolia y su leyenda; el
incesto que aparece bajo el signo cifrado de sus consecuencias; un ciego como
vínculo de todo ello y como explicación abierta de nada; la persistente
violencia y la presencia del suicidio. Esta es la aventura de leer No acaricies a un perro ciego (Editorial
Terracota, 2014), la más reciente novela del escritor uruguayo William
Johnston, quien nos recuerda que nuestras vidas no tienen mayor certeza que la
que les concede una lectura del Tarot, o las determinaciones cabalísticas.
Metatextual –como gustan llamarle a
este tipo de propuestas- el libro se divide en tres episodios, cada uno una
novela corta en sí (El cielo imperfecto,
Magnolia y No acaricies a un perro ciego); historias en apariencia
independientes pero con un eje conductor definido, un rompecabezas que se arma mediante
el recurso de los encuentros y los desencuentros amorosos. Tal como lo menciona la contraportada, No acaricies a un perro ciego es la novela de la desolación, un tríptico
triste de cafés nocturnos y plazas solitarias (…) antes que un canto de
amargura, una pieza de escritura tan conmovedora como intensa.
Para
definir a fondo el carácter de la obra, decidí incluir la entrevista que hice a
uno de los personajes, Guillermo Stormer, quien por cierto se mostró huraño y
renuente a concederme la primicia, pero que tuvo que aceptar después de mi
abrumadora insistencia.
Reproduzco aquí un breve fragmento de
dicha entrevista:
Yo: Guillermo, ¿qué opinión merece para ti el
suicidio?
Guillermo
Stormer: El suicidio es sólo un oficio de
valientes, y todo valiente es un hombre que se ha dado cuenta, en determinado
momento de su vida, de que la vida en general es la suma inconclusa de un
puñado de miedos; un destino hecho a la medida de la mentira, el deseo, la
imaginación, el orgullo, la vasta podredumbre; el viento urgente de un marzo
cualquiera; la insolencia torpe de un amante que nada busca…
Yo: Seguramente tienes algún pariente suicida.
Guillermo
Stormer: Seguramente usted es un
psicólogo frustrado.
Yo:
¿Qué es Magnolia?
Guillermo
Stormer: Una novela que escribí y perdí.
Yo: ¿A qué atribuyes la pérdida de esa novela?
Guillermo
Stormer: La atribuyo a la cábala, las
supersticiones y las casualidades.
Yo: ¿Qué piensas de los libros, en general?
Guillermo
Stormer: Los libros se leen sólo una vez.
Leerlos dos o tres veces es fastidioso.
Yo: Y acerca de los escritores, ¿qué nos puedes
decir?
Guillermo
Stormer: Son unos mentirosos. Los
escritores somos mentirosos antes de ser escritores.
Stormer me concedió la entrevista
antes de desaparecer entre la muchedumbre, entre los vaivenes de una multitud
que desfilaba ante los aparadores decembrinos de un centro comercial
gigantesco. No me dejó más que el perfume de aquellas pistas que pudieran
descifrar la médula de la historia. Sin
embargo, sé que las piezas encajarán con la paciencia requerida cuando deban
hacerlo, y sólo mediante la más atenta lectura.
Por lo pronto, más allá de cualquier
pregunta a Guillermo Stormer, sólo queda dejarse conducir por la propuesta
narrativa de William Johnston. No
acaricies a un perro ciego es una novela contundente que demuestra el
oficio del autor, junto a su poderosa
convocatoria poética que permea a través del lenguaje y sus imágenes. El
interés y la fascinación por este libro emanan del tono natural de los
personajes dentro de un mundo siniestro a causa de su cotidianeidad, del genio del
escritor para construir misterios desde el barro de la vida diaria; de su ritmo
discursivo irrefrenable, de la obsesiva destrucción y autodestrucción en los
protagonistas (que habrá de conducirlos de manera ineludible a la violencia).
La más reciente novela de Johnston es
contundente y me ha causado la más profunda impresión, sobre todo por su maestría
y dominio, por esa imperdible capacidad de atar todos los cordones sueltos en
un nudo bien apretado y asfixiante, para abrirlos finalmente, de manera
natural, permitiendo la continuidad mediante una historia cíclica. Habrá que
leer la novela, sin duda, y aguardar expectante las gratas sorpresas que este autor,
en su acidez, nos depara en el futuro. Sorpresas que saltan, intempestivas,
desde la vida, esa continua fuga entre
satisfacciones nunca cumplidas, promesas de amor a largo plazo, furias
abortadas entre el odio y la mentira.
México, Diciembre del 2014
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