Si eres uno de esos amantes, profundos e inteligentes, del género de las ficciones, por así bien nombrarlas; y en especial te fascinan los Bestiarios, ese género donde aparecen animales y seres imposibles -que son los menos-, como lo refiere el agudo escritor argentino, autor del relato "El alpeh", y del poema "El Gólem"; aquí compartimos una pequeña muestra de ello.
Se trata de tres autores latinoamericanos que se han internado en tales mundos inmemoriales, para hacernos llegar sus propias versiones al respecto: el propio Jorge Luis Borges, y los mexicanos Juan José Arreola y René Avilés Fabila.
Es una muestra breve, pero seguro resultará asombrosa. Disfrútalos:
El A Bao A Qu
(Jorge Luis Borges, El libro de lo seres imaginados)
Para contemplar el paisaje más maravilloso del mundo, hay que llegar al último piso de la Torre de la Victoria, en Chitor. Hay ahí una terraza circular que permite dominar todo el horizonte. Una escalera de caracol lleva a la terraza, pero sólo se atreven a subir los no creyentes de la fábula, que dice así:
En la escalera de la Torre de la Victoria, habita desde el principio del tiempo el A Bao A Qu, sensible a los valores de las almas humanas. Vive en estado letárgico, en el primer escalón, y sólo goza de vida consciente cuando alguien sube la escalera. La vibración de la persona que se acerca le infunde vida, y una luz interior se insinúa en él. Al mismo tiempo, su cuerpo y su piel casi traslúcida empiezan a moverse. Cuando alguien asciende la escalera, el A Bao A Qu se coloca en los talones del visitante y sube prendiéndose del borde de los escalones curvos y gastados por los pies de generaciones de peregrinos. En cada escalón se intensifica su color,su forma se perfecciona y la luz que irradia es cada vez más brillante. Testimonio de su sensibilidad es el hecho de que sólo logra su forma perfecta en el último escalón, cuando el que sube es un ser evolucionado espiritualmente. De no ser así el así, el A Bao A Qu queda como paralizado antes de llegar, su cuerpo incompleto, su color indefinido y su luz vacilante.
El A Bao A Qu sufre cuando no puede formarse totalmente, y su queja es un rumor apenas perceptible, semejante al roce de la seda. Pero cuando el hombre o la mujer que lo reviven están llenos de pureza, el A Bao A Qu puede llegar al último escalón, ya completamente formado e irradiando una viva luz azul. Su vuelta a la vida es muy breve, pues al bajar el peregrino, el A Bao A Qu rueda y cae hasta el escalón inicial, donde, ya apagado y semejante a una lámina de contornos vagos, espera al próximo visitante. Sólo es posible verlo bien
cuando llega a la mitad de la escalera, donde las prolongaciones de su cuerpo, que a manera de bracitos lo ayudan a subir, se definen con claridad. Hay quien dice que mira con todo el cuerpo y que al tacto recuerda la piel del durazno.
En el curso de los siglos, el A Bao A Qu ha llegado una sola vez a la perfección.El capitán Burton registra la leyenda del A Bao A Qu en una de las notas de su versión de Las Mil y Una Noches.
El Carabao
(Juan José Arreola, Bestiario)
«Frente a nosotros el carabao repasa interminablemente, como Confucio y Laotsé, la hierba frugal de unas cuantas verdades eternas.»
«Y sobre todo los cuernos, ya francamente de búfalo: anchos y aplanados en las bases casi unidas sobre el testuz, descienden luego a los lados en una doble y amplia curvatura que parece escribir en el aire la redonda palabra carabao.»
El más extraño de los animales prodigiosos
(René Avilés Fabila)
Dentro de esa jaula de grandes proporciones, pasta tranquilamente una rara especie. Ningún letrero lo anticipa. Algunos expertos en zoología señalan que se trata de un pegaso sin alas, otros más afirman que es un unicornio sin cuerno. La gente sencilla, que se arremolina en el lugar, prefiere decirle caballo.
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