viernes, 1 de febrero de 2013

Nocturno imperio de los proscritos (Poema de Ulises Paniagua)

Comparto aquí algunos fragmentos de un poema de mi autoría. Espero guste:
 
 
NOCTURNO IMPERIO DE LOS PROSCRITOS
(Fragmentos)
Ulises Paniagua

Ilustración: Luis Alanís Téllez
 
 

 
I
 
         Sobre verde leña de piras quevedianas;
entre incendiarios laberintos
de disonancias y rabia;
vistiendo interminables san benitos;
cautivos bajo el peso
de un golem globalizado
tan inútil como el polvo;
 
ellos,
los anónimos
numerosos
infatigables,
 
         los que graban esperanzas en frágiles papiros,
         los que sangran desde su dolorido estilete
         y rasgan el duro arpegio del desencanto;
 
ellos,
los que digo,
pacientes y azarosos,
agazapados y pacientes,
ellos
esperan.
  
 
II
 
Escurrían lágrimas desde sus sucios corazones;
pero la palabra no nacía.
 
Amordazados y castrados;
locos; los poetas   
eran / son   
perros mugrosos y hambrientos.
 
Malditos por no lograr parir palabras.
Dos mil veces malditos.
 
Su condena:
reptarán por los muros arañando sueños;
aguardarán como refrigerador de casa vacía;
lamerán la sangre propia;
hilvanarán angustia en noches de desvelo
 
Como perros rabiosos, puercos, malvenidos,
los poetas, largos y mudos,
escucharán la tierra derrumbarse alrededor de ellos.
Sólo entonces llorarán su cobardía.
 
 
 
 
III
 
Nocturno imperio de lo proscrito,
de aqueste umbral impronunciable,
de las filosas esquinas
que callejonan silencio.
Mortal desplome a contracorriente.
 
Oscuro viaje que desemboca
en la derrota suicida,
sorbo de sangre marchita;
cuota en trapecio de
amor clandestino;
espalda férrea que se chinga a los impuestos;
tenaz salmón
brincoteando ante necia muchedumbre.
Infatigable derrumbe en ascenso.
 
Poética sin gloria ni concurso
ni filosofía ni rosas o espadas.
Poética aprehensiva que en desasosiego
se hunde;
palestina diáspora sin pretensión y sin destino;
mancha efímera en la camisa del tiempo,
mortal exhibición de trazos; bravo puerto
donde descargan notas kamikazes;
responso de ebrios.
Ambiguo sendero que descalza a la muerte
entre claroscuros cuerpos
con jugoso ímpetu de cama:
ingle tatuada / muslo rebelde 
beso en clímax / ansia de delicia:
Reino de pecado,
Culo de mundo,
Amor puerco:
Temida  /  bendita  tranSgresión,
 
Ruge, maldito, ruge entre tinieblas.
A nosotros ven, nocturno imperio que
tanta falta haces entre el odiaje,
la rabiazón y lo cotidiano:
Ven
Inmediato
Osado
Gozado
Salvaje
Ineludible
 
Fantástico ingrediente
que a corsario sello despiertas el
bucanero deseo de amarga cerveza,
oculto bajo nombres promulgantes de utopías,
maldiciendo entre blasones y tibias en cruz.
Alarido en mar,
velamen de desesperanza,
leviatán al impacto:
 
Hunde
Ahóganos
Destroza
Arrástranos a fondo
Vuélvenos sal y espuma y putrefacción y pólvora y arena y odio.
 
Irredento protón inseminado
en el fruto de la ciencia;
corrosiva partícula,
primitivo elemento,
antimateria de ciegos:
 
Descífranos entre moléculas
de desencanto,
entre lejanas fórmulas de insurgencia:
 
Estállanos en retazos
de demonio viejo;
entre el rencoral infinito,
implacable, que se machaca
desde un cuántico gramo de dicha
hasta el enorme carajólido del planeta;
desde la mínima presencia
hasta las fauces redentoras
de esta bestia estridente,
asesina,
pero
en esencia pura
como la carne de un río.
 
 
VII


Deambulan las calles atestadas de muertes interminables;

cruzan los ventanales huérfanos, los muros cicatrizados;

un oscuro asilo de ratas que rubrica, impúdico, una esquina.

Sobre una acera en sombras sus pasos se desvanecen,

sus cabellos medusan recortando la noche,

fornicándola por su filo;

y a cada ósculo impuro

de las suelas gastadas de sus zapatos,

los labios de hormigón se humedecen,

anhelantes de caricia de letras,

de esdrújulas y graves nominaciones.

Arcángeles cocainómanos vigilan las azoteas

y sus rancias jaulas que amparan tendederos rebeldes.

La vida se agita, desesperada, como las sábanas raídas

que blasonan un horizonte eterno de cornisas

y ciegas catedrales.

La luna calla;

se desparrama sobre una poeta de labios carnosos

-que asomando palidez a través de un ventanal -

musita versos donde querubines estáticos

comprueban su existencia

soplando saxofones

de notas tristes

y lánguidas trompetas

de advenimiento.

La carne de los noctámbulos se vuelve piel de luna;

también sus corazones apretados

en discretos camiones de medianoche;

también su llanto improvisado.

Y cual ligera llovizna,

apenas un roce en sordina,

el fresco de la madrugada invade -como el dolor profundo

de las roncas notas de un Miles Davis en extravío;

como la esperanza desencantada del Réquiem

de un Mozart apesadumbrado por las visitaciones-

las páginas desnudas que dibujan síncopas repetitivas;

codas melancólicas, profundas, púrpuras oscuras,

que llenan la luna de las uñas,

las carnes, las pupilas, las largas sombras;

los lápices para bocas moradas por el frío,

las medias rotas, los neglillés de batallas lejanas;

los cigarrillos sin filtro, las gabardinas desgarradas,

los tragos de cerveza,

los pasos

y pasos, y pasos eternos

de las mujeres y hombres

que erigen su silencio

entre las calles electrizadas

de una Babel

sin nombre.
 
 
 
 
 
 
 

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