martes, 23 de julio de 2013

Escribo versos luminosos, un poema de Ulises Paniagua


Escribo versos luminosos
 
Ulises Paniagua

 

Cuando el lenguaje que designa lo futuro

nada signifique, y se haya liberado cualquier

íntimo gesto, y al universo mis pupilas

sienta renacer (sabiendo el poder del tiempo

que nos integra y gasta)...

yo a ti, lector futuro, te negaré porque agotas

la salvaje plenitud que se me escapa.

 

José Ramón Sánchez

 

En el cruce que conforman tres muertes,

            donde se enfrentan claridad y abismo -trapecios rumiantes de lo que se esfuma-, este rudo minotauro persigue, necio e improbable, lo que no tiene tuétano como blasón ni guía. Las visitaciones de esquizofrenia, los camastros del absurdo, el discurso marginado; la suavidad, las formas que mide un cuerpo entre distancias de estrellas; el ocio de un dios agrio; la mandrágora que pudiera reír de su lamento;

                        todo; como un perro relámpago, o un perro pestilente de relámpagos; lo dicho y lo que se perdió en los filos del silencio; lo que se pudre dentro del amanuense trastocado, en la cornamenta de quien esto o aquello sueña imagina o destruye;

                                   todo entre la sonrisa de los espíritus foscos, placidez de arábiga alquimia y descubrimiento de demonios atávicos; todo es recibido atajado por el pararrayos que me habita, o habita en otras voces: entre odios, los amores, angustias abiertas de los poseídos.

                                               Acerca de cosas tan oscuras escribo versos luminosos, como un acto reflejo, como la rana cuyas ancas brincotean al recibir el aguijonazo voltaico. Acerca de la noche procuro el primer rayo del orto, entendido que una vez que sembremos bosques de luz, podremos vislumbrar lo que ahora no nos es posible

                                    lo que se niega tras el fuego con insistencia

                                                            entre el ronco trovar

                                    de lo que exime ignora o perturba la blancura del ser

                                                                       entre la rasposa garganta de la niebla.

 

 
 
 

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