Aquí comparto una reseña del poeta, narrador y maestro chiapaneco, Roberto Lopez Moreno. Es un privilegio ser reseñado por un gran escritor, como lo es él.
NOCTURNO IMPERIO DE LOS PROSCRITOS DE
ULISES PANIAGUA
(Sediento Ediciones, 2014)
por: ROBERTO LÓPEZ
MORENO

La felicidad tiene rostro, joviales perímetros ululantes, verbos que no hablan,
que actúan para querernos decir toda la fuerza del mundo, posee una sonrisa en
la que cabemos todos y que en colectivo tránsito nos abroguemos el estandarte.
La felicidad llegó una vez más conmigo, desde la primera página del libro que
hoy comento hasta la mesa en la que sustento esta algarabía en que me sustento.
Y pregunto yo, qué mayor algaratanto puede haber que encontrarse un alma gemela
en la curva del curso. Sentir que nuestros años, por medio de un elástico
sistema toca las dos puntas del tempo… y del juego, porque siempre he creído,
como sistema, que hay que saber jugar para descender hasta lo más hondo que nos
mueve ascendidos. La alegría de la que hablo se sustenta en la absoluta
coincidencia, fraternidad ya, entre acto y lenguaje.
De pronto desciendo del convoy en el kilómetro 2014 una más de las avanzadas
del trajinar y en la hoguera tal trajinar considera las palabras que sobre
Nocturno Imperio de los Proscritos, Juan Carlos Castrillón ha escrito en axis
de verbal justicia, pupila rotatoria: “Este nuevo poemario de Paniagua
(-interrumpo a Castrillón-, el poeta en referencia se llamaba Ulises Paniagua,
después de este episodio se llamará Ulises Paniagua más todos nosotros, quienes
nos habremos reinaugurado en su letra- ahora regreso con Castrillón: “Este
nuevo poemario de Paniagua está enriquecido de transformaciones, de
contradicciones y de síntesis; de hallazgos y de honestidad; la distribución
versal cambia constantemente. Se nota la pasión por experimentar, la exasperada
necesidad de ludificar; las ansias libertarias del ser de carne y sangre que
aún hoy se niega a robotizarse; y así, asume la entrañable condición del hombre
nuevo frente a la magnificencia de las estrellas. Adelante lector, estás
advertido”.
70 páginas ¡y cómo fui yo en este libro! En medio de estas tensiones eléctricas
el poeta establece su presencia con una suma de tiempos que fueron rebeldía,
que fueron la sorpresa revolucionaria de lo nuevo para que sigan siendo en él.
Ulises Paniagua no necesitaba de mi presentación, Castrillón lo dice todo.
Absolutamente todo, con sólo leer las palabras del prólogo basta. Sabio en su
letra el poeta del libro y sabio en su letra el escritor que lo prologa. Pero finalmente,
qué bueno que fui invitado a este acto, qué bueno, gracias Ulises que no quedé
afuera de esta magnífica fiesta de la libertad, como debe llamársele.
Tracendente la cita de Paniagua desde todos los imanes en acción “sobre verde
leña peras quevedianas”, advierte. Aradi Anan fincaba desde su siglo primero
que la ciencia sin cultura es desperdicio y luego me encuentro tal verdad con
nuevos acentos en la página 25 de Ulises: “irredento protón inseminado/ en
fruto de ciencia;/ corrosiva partícula./ Primitivo elemento,/ antimateria de
ciego”. Qué golpe rotundo a la conciencia cuando nos subraya: “Estállanos en
retazos/ de demonio viejo;/ entre el rencoral machacante”. Ah, entonces
advetimos que estamos frente a un poeta en el que el lenguaje no es lenidad
sino el peso del arma que requerimos en esta hora de sombras y naguales. Así
como dice él “nos volveremos libro y en medio del enceguecido ciclón que
virgilea desde su centro relampaguearemos intermitentes pero profundos”.
Ulises Paniagua enriquece nuestro idioma con sus sorpresivos neologismos, pero
más haría, creo yo, si éstos no estuvieran escritos en cursivas, sino que se
sumaran naturalmente a nuestro pleno decir, sin advertencia tipográficas,
estamos queridísimo poeta, estás, en el ábrara de las escrituras. Tú eres el
mago. Tú el obrero. El hacedor. Sin las cursivas virgilémonos plenamente. Me
comprometo, humilde, a utilizar tus neologismos en mis poemas como “palabra de
uso” y que después la cotidianidad continúe haciendo su trabajo.
Hablo de Ulises, hoy, como de uno de los poetas de la libertad que escriben en
mi ciudad, en mi país. Como uno más de los libertarios que escriben en el
mundo. Sus verbos han estado hablando por él en ese tono y lo seguirán
haciendo. Hablo de ese Ulises que conspira en mi país haciendo estallar la
letra con la fuerza que merecen los lepradores o los que nos tratan de
arrebatar la tinta con sus “buenas formas”, y después, con sus “malas formas,
sin pudores ni en el ágora ni en el aula”; pero después, cuando ni forma tengan
habrán de sentir el espolón del estilo veraz sobre las vesanias.
La palabra es conducto de libertad y Ulises termina convirtiéndola en mayor
libertad para que más libertad sea, la verdadera libertad empalabrada. Quiero
traer aquí a un poeta del que ya muy pocos se acuerdan, se llamó Jesús Arellano
y fue muy amigo de la gente decente. Ya había pasado el tiempo de los
“Estridentistas” que muchas inquietudes había sembrado en las generaciones que
se encontraban entonces en ebullición, aunque los bienpagados sigan diciendo
que no; ya los teóricos universales habían determinado que las Vanguardias
habían clausurado su muestrario de sorpresas y libertezas; que en los años
veinte, unos, que en los treinta los más dadivosos. Pero la Vanguardia quieran
o no, con los “Etridentistas” primero y después con muchos otros que insisten
en hacer estallar el artefacto, sigue aquí, está aquí entre nosotros,
construyéndose y deconstruyendo para seguir golpeando donde hay que golpear.
Las Vanguardias ya habían desaparecido por decreto, cuando una buena gama de
poetas siguieron sembrando sus cartuchos de dinamita. Fue cuando Armando
Duvalier quien en este 2014 también cumple 100 años de bien nacido, vio a los
políticos sin necesidad de señalarlos como dinosaurios alquimistas, tratando de
distraerse con la niña y su hipotenusa. Fue cuando Jesús Arellano el poeta de
quien les hablo solicitó verbásico: “Mariposa demócrata, marimbarisa fósforo en
los hombres a lo mejor a algún político se le ensocialistea la ignorancia
coloratriz”. Es el mismo Arellano que aya en otra parte: “Que un día ya se
igualescan las conciencias y vivan junto de las gotas del rocío y debajo del
árbol cuyo pajarerío raicé para siempre la justicia, con la tan vieja esperanza
de una patria, asesinos de la inocencia vida de perro del poema”.
Desde el nocturno imperio de los proscritos se alza Ulises Paniagua y le da la
mano al camaradazon Arellano y su tema lógica jesusista. “Dentro de mí, el Caos
despunta / vuelven las hidras demandantes a destrozar la convulsa fragilidad de
la imagen”. Yo lo leo y lo releo y en cada línea me sigo encontrando
multiplicado; conozco a uno de sus fraternos mayores Saúl Ibargoyen, y casi
estoy seguro que él también se ha de encontrar seguido a cada vuelta de la
esquina del verbo dentro de las estructuras que Ulises ha levantado.
Acerca de las palabras, “Chillen putas” propuso la derecha en algún momento;
pero es a los demás a quien nos pertenece mayormente tal propuesta; sobre todo
cuando las palabras evocadas han servido para sentar estadíos cuando las
palabras se han hecho estado que hay que remover, sacudir, demoler, hasta sus
tercos cimientos. Sí, “chillen putas”, las de la ley torcida y la injusticia
sonora. Hay que remover; hay que esgrimir el pico y la pala de la palabra y
estar listo para las nuevas construcciones.
Desde esa perspectiva el libro de Ulises Paniagua ya no es de él, nos pertenece
a todos como instrumento necesario para que aprendamos a construir teas. Si las
Vanguardias fueron clausuradas en los años treintas por los especialistas, yo
hago mi Vanguardia con su libro y me preparo para el asalto al cielo.