lunes, 16 de febrero de 2015

Una nueva ciudad invisible, por Ulises Paniagua

Una nueva ciudad invisible

Ulises Paniagua


                                                                          A Ítalo Calvino, con profunda admiración...

En Azoguia -nacida en el cruce de cuatro caminos- rige un extraño comportamiento: se cuenta que cada calle, cada banca, jardín o habitante, posee un reflejo en una ciudad idéntica pero ajena. Es decir, existen dos versiones del mismo territorio.
            Una de las dos ciudades es falsa. A muchos viajeros les cuesta trabajo reconocer las diferencias por sutiles; sin embargo, si se mira con atención es posible distinguir lo  verdadero de lo superpuesto. Una de las dos Azoguias está repleta de códigos electrónicos que no representan nada. Sus mensajes no buscan cifrar un objeto o sujeto, sino que se pierden en la vanidad de su existencia.
En esa urbe falaz se intenta tocar las paredes de los edificios o las puertas de los santuarios, consiguiendo apenas atravesar las imágenes como un puño atraviesa una capa de aire. Es un andamiaje que carece de alma.
La otra Azoguia, la verdadera, permanece dormida detrás de esas representaciones virtuales. Dicen que está hecha con la sangre de muchos muertos, con los deseos marchitos de suicidas y soñadores que desfilaron por sus avenidas; pero también con la esperanza de los niños que jugaron a la pelota en sus barrios, con la risa de los adolescentes que se besaron a escondidas en sus cines.

A esta urbe es difícil hallarla. Sólo se muestra de vez en cuando si los viajeros -puros de corazón- mantienen la vista entornada durante horas,  justo cuando el sol empieza a caer para dar paso a la noche. El viajero que consigue entrever algo debe estar atento, pues el instante prodigioso no dura más allá de un par de segundos. Poco después,  la otra Azoguia, la ciudad que fulgura entre anuncios de antros, automóviles y campañas políticas, vuelve a presentarse como una promesa del futuro, llena de progreso y todos esos términos que los propios habitantes han decidido atribuirle para no perder la cordura dentro de sus circuitos y sus plazas comerciales.



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