miércoles, 19 de noviembre de 2014

Los jardines poéticos de Luis Alberto Ambroggio, según Ulises Paniagua

Los jardines poéticos de Luis Alberto Ambroggio

Ulises Paniagua


 Imagen: Luis Alberto Ambroggio, compartiendo su poesía

El tiempo entre humo

Las sombras y la luz a través de la conciencia; el amor que se vuelve humo; el manejo de los elementos; la persecución del tiempo en su misterio o la inquietante compañía de la muerte: la poesía de Luis Alberto Ambroggio es diversa y profunda. Ello queda de manifiesto a través de los versos que desbordan las páginas memorables de En el jardín de los vientos, el reciente libro del autor argentino, radicado en Washington D.C.
Yo no cuento los años / sino el tiempo, las épocas fugitivas / para encarcelar de una vez por todas / las cenizas / desnudar el aire de la pasión. Esto confiesa el poeta, a manera de prólogo, en una indagación infinita de los minutos, en la persecución del correr de los años, sus estragos y sus beneficios. Ambroggio es un escritor que se ha internado, durante décadas, en la exploración interior a la par que ahonda en la exploración estética del mundo externo, a la manera de un investigador privado, pues como bien lo ha declarado en alguna entrevista, para él un poeta es un detective buscando lo no encontrado, contando y cantando el misterio. Y luego afirma: El poeta investiga la significación mágica del lenguaje más allá de su significación gramatical
            En el jardín de los vientos es una antología poética que reúne la obra de este autor nacido en Río Tercero, Córdoba, el 11 de noviembre de 1945, y quien es considerado uno de los poetas más importantes de habla hispana en los Estados Unidos. La recopilación de su obra abarca un periodo que va desde 1974 hasta el 2014.
En esta antología las temáticas son múltiples, referenciadas a las preocupaciones de la literatura universal. Así, en el índice del libro encontramos títulos de poemarios como Hombre del aire, Escape elemental, Poemas de amor y vida, Laberintos de humo y Cuando el amor se escribe con Alba, lo que nos habla del riesgo emprendido por el creador en cada aventura literaria; un riego asumido a la manera de César Vallejo con respecto a su posición ante lo mundano: ¡Alejarse! ¡Quedarse!¡Volver!¡Partir!
La búsqueda de forma y contenido en Ambroggio tiene el capricho de la veleta, el gozo del azar. Por ejemplo, una recurrencia que atormenta a cualquier habituado a la poesía y al ensayo es el motivo de escribir, el por qué hacerlo. Ambroggio tampoco rehúye a esta pregunta, pues a manera de ars poética declara, en uno de los textos contenidos en el libro: ¿Escribir para qué?: Para los ríos / para las cloacas / para la noche / para mí / para quien sea/ para los peces del cielo / (…) para los editores del canon / para las botellas de un mar sin playa / para el paraíso / para el infierno / para quien sienta. En otro extracto de la entrevista antes referida, el poeta argentino vuelve a compartir su manera de asumir el oficio. Así, afirma: Escribir es una existencia de soledad en compañía, porque el yo poético sobrevive en los textos en que captura y comparte el tiempo en su espacio viviéndolo repetidamente: el pasado (memoria), el presente (experiencia) y el futuro (deseo), que transciende en quien a su vez leyéndolo, lo revive. 
El asunto del tiempo es fundamental para quienes se internan en los abismos de la poesía, y Ambroggio no se arredra al enfrentarlos. En uno de sus poemas, escribe: el tiempo es todo / el tiempo es de oro / el tiempo es lodo (…) el tiempo es un lobo.
En Definiciones, otro de los textos contenidos en esta antología, vuelve a colocar el dedo en la llaga: Los laberintos de Heráclito / no consiguieron definir el tiempo / Su sabiduría era demasiado líquida / Quien posee con garras sólidas, define.
            El estilo es volátil, pero reconocible a cada momento. Hay en esta poética grandes y selectas influencias: Vicente Aleixandre, Octavio Paz, Vicente Huidobro, el mismo César Vallejo, la maestra Gabriela Mistral. La propuesta de este autor es el equilibrio entre las formas y la expresión: lo clásico ejerciendo malabares lingüísticos, con mesura pero sin temor.

Internándose en la calidez de la muerte

Como comentar cuarenta años de una obra poética puede resultar extenso, e incluso superficial, he decidido acercarme a uno de los temas que hallé con persistencia dentro de esta antología: el asunto de la muerte. En muchas de estas páginas, se canta a ella siguiendo la tradición de los grandes bardos españoles: Juan Ramón Jiménez, Miguel Hernández, Federico García Lorca. También a la manera oscura pero afectiva de Cesare Pavese en uno de sus célebres versos: vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Cito a Ambroggio: Ha llegado la hora agotada / de vivir de recuerdos / vivir para el ayer muerto. / Acurrucarse con ilusión final / en la seguridad desvanecida / de una infancia en vientre. / El cuerpo derrotado / pide con súplica fetal, / resignación punzante / que lo lleve la muerte / que la muerte por fin / termine la muerte.
En otra idea espiritual, en una de las más densas propuestas del libro se apela al morir como una especie de renacimiento: He dejado a todos. Ahora el único que / queda, soy yo. / Tendré que dejarme a mí mismo / para apagar mi sombra / empezar el cielo.
            La muerte se convierte en exploración, una exploración que involucra los sentimientos de quien se pierde con nuestra partida: También, acaso, un alma / irreparablemente negra / sufrirá esta partida incongruente / por vez primera / y a todo ajena vivirá / excepto a la absoluta pérdida. / Solo ella sigue amando / y, en esta ausencia, muere. / En cada obituario / se leen a menudo dos muertes.

Sabiduría sólida, sabiduría líquida

Loa negra o beso jondo, la muerte es el instrumento de Luis Alberto Ambroggio para reconocer el Universo y sus múltiples prismas, pero también establece puentes que enlazan al misterio con otro arcano milenario: el amor; amor que a su vez nos conduce al canto; canto que retorna al hombre, pero también al ave, a esa ave que remonta el vuelo en un despliegue de metáforas y aliteraciones, búsqueda rítmica y versada, vuelo que abarca cuarenta giros interplanetarios, cuarenta años de amaneceres, de descubrimientos y avistamientos poéticos.
Luis Alberto Ambroggio, en su reciente En el jardín de los vientos, remonta su espíritu a la libertad material y a la libertad metafísica, al mismo tiempo, como ave de otra estación. Es, en toda extensión, amplio el vuelo de su propuesta. Ambroiggio declara en el primer poema de la antología, poema que inicia y cierra el ciclo: sólo así me encuentro vivo / en el jardín de los vientos.
Es hora, entonces, de que como lectores nos volvamos también aves de otra estación en la indagación de estas letras, es tiempo de internarnos por las frondas alegóricas de cuatro décadas marcadas por el persistente lenguaje del viento.



México D.F., a 19 de Noviembre del 2014




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