EL TURNO DEL AULLANTE
(Fragmento No. X)
Max Rojas
(Fragmento No. X)
Max Rojas
"Era como si el fantasma de un hombre que se hubiera
ahorcado regresara al lugar de su suicidio, por pura
nostalgia de beber otra vez las copas que le dieron valor
para hacerlo y preguntarse, tal vez, cómo tuvo coraje."
Malcom Lowry, Bajo el volcán...
"y sepa dónde y cuándo apuñalaron mi cadáver."
A Valquiria
Caidal mi pinche extrañación vino de golpe a balbucir sepa qué tantas pendejadas;
venía dizque a escombrar lo que el almaje me horadaba,
mi pinche extrañación vino de golpe a balbucir sepa qué tantas pendejadas;
y a tientas tentoneó para encontrarse
un agujero tal de tal tamaño que en su adentro
mi agujereaje y yo no dábamos no pie
sino siquiera mentábamos finar
de donde a rastras pudiera retacharse nuestro aullido
Eso es lo que me queda -dije- de tanta extrañación
como he tenido; un hueco nada más, y ya me crujo
del tanto temblequear de que ese hueco
del mucho adolorar se me deshueque
y ya ni hueco en que caer tengamos
ni mi agujero ni mi yo
tan deshuecado invertebral volvido
que ni a madrazos mi almaraje quiera
ponerse a recoger su trocerío.
Caidal
luego de extremaunciar sepa qué tantas pendejadas;
mi pinche extrañación se fue de golpe
no le entendí ni madres de todo lo que dijo,
pero sentí que era de cosas que desgracian.
A buena hora se te ocurre - dije-venirme a jorobar con lo pasado,
cuando que a puro ferretear me atasco el alma;
si no fuera por tanto pinche clavo que me clavo,
ya ni memoria ni aulladar tendría.
A mí de sopetón una mujer me destazó en lo frío,
y desde entonces a puro pinche ardor me estoy enfriando.
Ni lumbre en el finar del almaraje y sus trocitos queda,
y sólo el agujero está y estamos dentro
mi esqueletada y yo y mis agujeros,
a trompicones tentaleando fondo
para por fin tener donde aventar el alma
y de una vez echar la moridera.
Luego de extremaunciarme el esqueleto,
mi pinche extrañación se fue de golpe;
a tales rumbos me aventó de lejos
que pura mugre soledad me fui encontrando;
de arrempujón en empujón llegué a mis huecos,
todo ya de oquedad hallado hoyado,
y sin huesaje ya y sin nada
en que la agonición llevar acabo.
Es frío -me dije- lo de agonir que tanto escalda,
pero el asunto es memoriar lo que en trocitos
del almaje va quedando de esa mujer, y yo memorio
de cuando me hoyancó, y luego hubo un desmadre talque estropició la elevación de los San
Ángel,
y memoreo, también, que al destazarme
los huesos se me fueron hasta un deshuesadero talque, entonces, mi agujereaje y yo crujímonos
de frío,
y a puro pinche enfriar hemos andado desde entonces.
Extremahumado ya,
ni un chinguirito de lumbre en el almaje y sus retazos queda
para lumbrar siquiera el huésar donde a tumbos
velorio a esa mujer que desahució mi almario
y cascajó, de paso, la ardidera.
Una llagada me dejó, y qué llagada,
y a luego hubo un friadal y un chingo más de cosas que a chingadazos, pues, me auparon la caída.
Si así -me dije-, sin nada de huesar
y a puro bújero velorearé por siempre a esa mujer mientras chinguitos del almar me queden,
y siendo como es de frío lo de agonir que tanto escalda,
mejor ya de una vez me descerrajo el alma
y a ver en qué lugar la moridera boto.
Ya ni mi triste corazón me aguanta nada,
y ya que en éstas del morir me esculco muerto,
dada la extremaunción, el último traguito
mi agujereaje y yo nos lo echaremos solos.
Briagados ya, y a tarascazos, dando fondo,
vidriaremos por ahí a ver en qué mugre velorionos aceptan:
resurreccir como que está bastante del carajo,
y este pinche camión de Tizapán que ya no pasa,
como que nada más hasta un barranco hubo llegado.
venía dizque a escombrar lo que el almaje me horadaba,
mi pinche extrañación vino de golpe a balbucir sepa qué tantas pendejadas;
y a tientas tentoneó para encontrarse
un agujero tal de tal tamaño que en su adentro
mi agujereaje y yo no dábamos no pie
sino siquiera mentábamos finar
de donde a rastras pudiera retacharse nuestro aullido
Eso es lo que me queda -dije- de tanta extrañación
como he tenido; un hueco nada más, y ya me crujo
del tanto temblequear de que ese hueco
del mucho adolorar se me deshueque
y ya ni hueco en que caer tengamos
ni mi agujero ni mi yo
tan deshuecado invertebral volvido
que ni a madrazos mi almaraje quiera
ponerse a recoger su trocerío.
Caidal
luego de extremaunciar sepa qué tantas pendejadas;
mi pinche extrañación se fue de golpe
no le entendí ni madres de todo lo que dijo,
pero sentí que era de cosas que desgracian.
A buena hora se te ocurre - dije-venirme a jorobar con lo pasado,
cuando que a puro ferretear me atasco el alma;
si no fuera por tanto pinche clavo que me clavo,
ya ni memoria ni aulladar tendría.
A mí de sopetón una mujer me destazó en lo frío,
y desde entonces a puro pinche ardor me estoy enfriando.
Ni lumbre en el finar del almaraje y sus trocitos queda,
y sólo el agujero está y estamos dentro
mi esqueletada y yo y mis agujeros,
a trompicones tentaleando fondo
para por fin tener donde aventar el alma
y de una vez echar la moridera.
Luego de extremaunciarme el esqueleto,
mi pinche extrañación se fue de golpe;
a tales rumbos me aventó de lejos
que pura mugre soledad me fui encontrando;
de arrempujón en empujón llegué a mis huecos,
todo ya de oquedad hallado hoyado,
y sin huesaje ya y sin nada
en que la agonición llevar acabo.
Es frío -me dije- lo de agonir que tanto escalda,
pero el asunto es memoriar lo que en trocitos
del almaje va quedando de esa mujer, y yo memorio
de cuando me hoyancó, y luego hubo un desmadre talque estropició la elevación de los San
Ángel,
y memoreo, también, que al destazarme
los huesos se me fueron hasta un deshuesadero talque, entonces, mi agujereaje y yo crujímonos
de frío,
y a puro pinche enfriar hemos andado desde entonces.
Extremahumado ya,
ni un chinguirito de lumbre en el almaje y sus retazos queda
para lumbrar siquiera el huésar donde a tumbos
velorio a esa mujer que desahució mi almario
y cascajó, de paso, la ardidera.
Una llagada me dejó, y qué llagada,
y a luego hubo un friadal y un chingo más de cosas que a chingadazos, pues, me auparon la caída.
Si así -me dije-, sin nada de huesar
y a puro bújero velorearé por siempre a esa mujer mientras chinguitos del almar me queden,
y siendo como es de frío lo de agonir que tanto escalda,
mejor ya de una vez me descerrajo el alma
y a ver en qué lugar la moridera boto.
Ya ni mi triste corazón me aguanta nada,
y ya que en éstas del morir me esculco muerto,
dada la extremaunción, el último traguito
mi agujereaje y yo nos lo echaremos solos.
Briagados ya, y a tarascazos, dando fondo,
vidriaremos por ahí a ver en qué mugre velorionos aceptan:
resurreccir como que está bastante del carajo,
y este pinche camión de Tizapán que ya no pasa,
como que nada más hasta un barranco hubo llegado.
[junio de 1971]
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