sábado, 1 de junio de 2013

Sobre el libro Patibulario, de Ulises Paniagua, según prólogo de Guillermo Samperio

                                        El Patibulario de Ulises Paniagua
Guillermo Samperio


 


En la recolección de cuentos que aquí encontramos, Ulises Paniagua nos muestra, en menos de 100 páginas, diferentes habilidades que logran hilarse para conseguir un efecto literario único y exquisito. Lo primero que se hace notable en su literatura es una impresión a primera vista de inocente cotidianeidad. El móvil siempre lo es, ya sea una invitación, una ida a un estadio, un toque a la puerta, o una abeja volando cerca de una persona; así, la lectura de sus cuentos se desencadena desde los más simples puntos y crecen como ola que arroja sobre nosotros la vasta cantidad de elementos que poseen.

Por ello, la escritura de Paniagua se encuentra en un lindero, no porque sea un espacio de tierra entre dos terrenos, en absoluto no. Es en dos maneras: su composición y el libro objeto que aquí se presenta. La conjunción encontrada entre la palabra tejida y gráfica través de la fuente recién salida de la imprenta desvaría y goza de convivir su lugar escrito con los dibujos que muestran una danza de movimientos alrededor de las hojas de Patibulario. El linde de este libro, confeccionado de manera cuidadosa, no es sólo que las imágenes adornen un libro. Afirmarlo así sería delegarlo al rubro reservado para los libros de arte que tanto gustan sacar cuando hay una exposición renombrada en un recinto cultural y la realidad no podría estar más alejada.

Los lindes colaboran, representan y se aclaran entre ellos. La imagen habla por sí misma en una poética única y sincera en su propósito; el texto acompaña su intención y toma iniciativa por su parte. Sea darnos la idea de prontitud e imposibilidad de una boda, o remarcarnos figuras exultantes, o la mirada de la que nos gustaría enamorarnos y perder el sentimiento dentro de un irreconocible mar de letras. La imagen hace más nítido al texto, el texto hila los muchos trazos de las imágenes y así las dos se distienden con vida doble en la mente del lector. El propósito de este libro-objeto no puede ser mejor logrado que al reconocer este modo de concreción al realizar su lectura en cuentos como “La vida me visita” y “Un domingo en el estadio”.

Parecerá cosa nimia mencionar las características pictóricas de un libro, pero la realidad es que este libro-objeto y su realidad interesan en esta época mucho más que nunca. Con la venida de la carrera informática y su multitud de programas y dispositivos para almacenar textos, el libro-objeto que se contiene y complementa a sí mismo dentro de sus páginas, sin ceder ante los mecanismos vistosos o materiales, muestra la capacidad de las letras para pervivir y nos lleva a la segunda característica, o lindero, para regresar al principio de este texto de Paniagua: la innovación y el mecanismo contenido.

Al entrar en el siguiente lindero de Paniagua, el de su lenguaje, podemos encontrar su reconocimiento a los llamados clásicos y/o figuras canónicas. Pero su relación no es una simple mención o un epígrafe que sirve para hacer a un cuento sonar de manera rimbombante y erudita, no. La relación del autor comienza por el del sincero reconocimiento de sus arquetipos, pero no sólo de la imagen mediática de ellos sino de su poética. La elección del epígrafe, o su reconocimiento en sus cuentos, están acompañados de una fuerza de reconocimiento, de una anagnórisis o internación extraña que permite ver en lo abstracto a un autor en forma de huevo que nace y extiende sus yemas hacia la metáfora de preferencia que sean los autores reconocidos de forma universal. Vemos desfilar a figuras tan clásicas como Beckett, o tan reconocidas como García Márquez y Roa Bastos. Mas no son simples armatostes, sino personajes activos de los cuentos de Paniagua.

El siguiente hecho de autor rememorado y cerrado en el lenguaje de Paniagua es la escritura tributo que sigue después del ejercicio antes ilustrado. Como un bloque de hielo que surge después de permanecer en el fondo, la escritura del autor flota por los mares y exuda de manera pura, límpida y primigenia en su más pura esencia de los titanes dados antes.

Lo anterior conlleva el nivel del propósito de innovación que se maneja atemperado y sutil. Cada uno de los cuentos posee su propio nivel, sea la narración en segunda persona,  la unión fortuita de adjetivos, es un ejercicio localizable a primera vista que se robustece en medida de que se lee cada cuento y se observa como algo acabado. Se contiene en sí mismo y es capaz de crear una coherencia que nunca se desborda ni parece de mal gusto o con adornamiento excesivo.

La retención también se muestra en el manejo de personajes. Con palabras y diálogos, el personaje muestra señas de vida y personalidad propia. No dejan ser manipulados en una obra de sombras chinescas ni son arrastrados por la corriente desastrosa de la historia, sino que logran vivir en ella y transponerla. La labor de caracterizar personajes es algo subestimado, pero de difícil realización en cualquier arte o expresión; y Paniagua no tiene problema para lograrlo.

Sin mencionar más, la poética ilustrada se trastoca de manera impresionante y  un buen tanto macabra al mezclarse con el simple móvil que se muestra al principio de la mayoría de los cuentos de Patíbulario. Mencionarlo es asesinar el propósito pero es inolvidable.  

Los cuentos de Patibulario son, como se pronunció al principio, parte de un lindero severo de formas y efectos. Formando no en un terreno dividido, debido a las toscas líneas aradas por un buey ayuntado, sino labrándose con lentitud en cada texto de manera particular con múltiples efectos que ya se han indicado. El libro es un geométrico respiro de agua que toma forma.

La forma que toma poco a poco es el ya mencionado bloque de hielo. Repleto por todo su cuerpo de la materia que nos da la impresión de una joya valiosa. Un bloque de hielo transparente y pulido. Un hálito de reflejos encontrados y discernibles con hermosa claridad.

Reuniones de características tan disímiles y fácilmente oponibles son insalvables para ciertos autores, pero Patibulario lo logra y entrega un volumen de cuentos listo para aportar a la literatura en diferentes niveles: al lector y a la literatura.  No queda más que abstraerse en la densa y gélida escritura de Paniagua y dejar soltar de vez en cuando un hálito de sentimiento escabroso, rodeado de hielo cristalizado de denso sentimiento.

 
Guillermo Samperio
México, 2009 

 

 

 

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